El antídoto para la envidia es la gratitud

La envidia es un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles e intangibles.

Aristóteles definió la envidia como el dolor ante la visión de la buena fortuna de otro, provocado por «aquellos que tienen lo que nosotros debemos tener».

La envidia, desde una perspectiva cristiana, es vista como un pecado que puede envenenar el corazón y alejar a las personas de Dios. En la Biblia, la envidia es mencionada en varias ocasiones, destacándose como una actitud que nace del egoísmo y de la falta de amor hacia el prójimo.

En Gálatas 5:19-21, la envidia se menciona entre las «obras de la carne», las cuales son opuestas a la vida en el Espíritu. Este pasaje resalta que quienes practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

La envidia es peligrosa porque no solo causa daño a la persona que lo siente siente, sino que también puede generar conflictos y divisiones dentro de la familia, el trabajo, la iglesia y la sociedad en si.

Muchas veces, la envidia surge de la comparación con los demás y del deseo de tener lo que otros poseen. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:31) y a encontrar satisfacción en la voluntad de Dios para nuestras vidas. En lugar de sentir envidia o querer los otros tienen, somos llamados a alegrarnos y a confiar en que Dios tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros.

El mejor antídoto contra la envidia es la gratitud y el contentamiento:

Al agradecer a Dios por lo que tenemos y confiar en su provisión, podemos liberar nuestro corazón de la envidia y vivir en paz.

Filipenses 4:11-13 nos enseña a estar contentos en cualquier situación, sabiendo que nuestra fuerza proviene de Cristo.

La envidia puede ser superada a través de la oración y la renovación de nuestra mente. La biblia nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestra mente, para discernir la voluntad de Dios. Al pedirle a Dios que purifique nuestro corazón de toda envidia, nos acercamos más a su amor y a la verdadera felicidad.