Ser auténticos en todas las áreas de nuestra vida

La persona auténtica no es falsa, se muestra y se manifiesta con sencillez y naturalidad, es siempre la misma y en ella hay equilibrio, armonía y coherencia. El fundamento de la autenticidad es la identidad. Una persona que está identificada consigo misma, su forma de actuar coincide con su forma de ser, es auténtica.

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» Colosenses 3:23

En la actualidad nos encontramos con una sociedad de las apariencias. Todo se hace de puertas hacia fuera. Por ejemplo en la actualidad las redes sociales se han convertido en una plataforma que expone las intimidades de cada persona, en el afán de querer caer bien a los demás, por tener una buena imagen, posición económica ante la sociedad y ante esto hasta estamos dispuestos a eliminar los valores y principios, perder la autenticidad e integridad, buscando querer ganar un reconocimiento que puede satisfacernos de manera pasajera o momentánea, pero que nunca conseguiremos llenar el vacío interior.

Llegar a vivir preocupados por lo que los demás piensen de nosotros, condicionan nuestra forma de actuar, dar una buena imagen, incluso parecer “más espiritual”, es simplemente para aparentar algo que no somos.

La exhortación que nos hace la palabra de Dios está muy lejos de nuestra forma de actuar, pues en ella se nos anima a hacer todo con sinceridad, de corazón y verdaderamente convencidos, sabiendo que tendremos que rendir cuentas ante el Señor y no ante los hombres. El versículo de Colosenses es un desafío a ser auténticos en todas las áreas de nuestra vida, sin excepciones y sin dejar lugar para hipocresías ni falsedades. El Señor espera de nosotros autenticidad, que nuestras acciones correspondan con nuestra forma de actuar.