La vida nueva en Cristo implica una transformación radical, una renovación de nuestra naturaleza y un cambio en nuestra forma de vivir. Es una vida que se caracteriza por la fe, la esperanza y el amor.
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Fil. 3:17-21
La ciudadanía celestial se refiere a nuestra identidad como hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo. Es una ciudadanía que nos da acceso a la presencia de Dios y nos permite vivir de acuerdo a sus principios y valores cristianos.
La vida nueva en Cristo y la ciudadanía celestial tienen participaciones prácticas en nuestro andar diario, tratando de vivir de manera digna de modo que agrade a Dios, amando y honrando a Dios y a nuestros semejantes, y haciendo todo lo que hacemos como para el Señor.
La vida cristiana es un camino de crecimiento y transformación constante, no implica estar fuera del pecado, pero si estar renovados en la palabra del Señor de modo que esto nos guie y direccioné en lo personal y espiritual. Nuestra conducta en lo posible que honre a Dios, conociendo y entendiendo lo que El hizo por cada uno de nosotros a través de su hijo Jesús en la cruz.