Los tiempos de Dios son perfectos.

Dios es el dueño del tiempo. No está sujeto a nuestro tiempo ni a lo «apurados» o «poco apurados» que estemos. Él tiene sus propósitos, y estos van totalmente ligados a su tiempo, no al nuestro.

 La Biblia dice en Daniel 2:21: Él cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes; da sabiduría a los sabios y ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido, conoce lo que está en tinieblas y con él mora la luz.  Él es el que determinó un tiempo para todo. La Biblia dice que «todo tiene su tiempo» (Eclesiastés 3.1-4; 11).

Dios se toma su tiempo para dar una oportunidad a los rebeldes para que se arrepientan. Estos son algunos ejemplos de la paciencia de Dios con su pueblo. Según la Biblia, con la humanidad se dio un tiempo de 120 años para el arrepentimiento antes del diluvio (Gn 6.3). Con Canaán, casi 500 años. Con el pueblo que salió de Egipto, 40 años. Con Nínive, dio un buen tiempo y, aun habiendo llegado ese tiempo, les dio una última oportunidad enviando al profeta Jonás, y llamó al arrepentimiento durante 40 días; se arrepintieron y Dios los perdonó.

El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan (2 Pedro 3:9). Dios obra en nosotros de manera misteriosa y solo él sabe con exactitud lo que está haciendo (su tiempo es perfecto).