La definición de la oración es «hablar con Dios». La oración no es meditación o reflexión, es dirigirse directamente a Dios. Es la comunicación con el Señor que nos creó, quien sabe todo de nuestro ser más profundo. La oración puede ser audible o silenciosa, privada o pública, formal o informal.
Cualquier oración se debe hacer con fe en el nombre del Señor Jesús y en el poder del Espíritu Santo. La oración, desde una visión cristiana, es un diálogo íntimo con Dios. Es un acto de fe, donde el uno se abre completamente a la voluntad divina, reconociendo su dependencia de Dios. A través de la oración, no solo se busca pedir ayuda o soluciones, sino también agradecer, alabar y reconocer la grandeza de Dios.
Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. 1Tesalonicenses 5:16-18
Jesús enseñó la importancia de la oración en su vida y ministerio, siendo el Padre Nuestro el ejemplo más claro. Este modelo de oración nos invita a buscar la voluntad de Dios, a pedir el pan de cada día, el perdón y la guía frente a las tentaciones. La oración, en este sentido, no se trata solo de lo que podemos obtener de Dios, sino de conformar nuestra vida a sus designios.
Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Mateo 6:6
Una verdadera oración implica confianza y perseverancia, como se ve en las Escrituras. Jesús enseña a sus discípulos a orar sin desanimarse. Esto refleja que la oración es también un acto de fe y de agradecimiento.
Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento. Colosenses 4:2
La oración es transformadora. Aunque no siempre cambiamos las circunstancias a través de ella, lo que cambia es nuestro corazón, nuestra perspectiva, nuestra forma de enfrentar la situación. La oración nos acerca más al carácter de Dios, promoviendo el amor, la humildad y la paz interior.