En medio de todas las luchas, siempre tuvimos una victoria. Dios nunca ha permitido que permanezcamos en el mismo estado de donde hemos partido.
Victoria: Hecho de vencer o triunfar en una batalla o competición. Expresión que indica alegría por haber vencido al contrario en una competición o una lucha.
No hay victoria, sin batalla. Cuando nos detenemos a pensar en estas palabras, nos damos cuenta de que verdaderamente para alcanzar nuestras metas, propósitos y la victoria en si, tenemos que pelear la batalla hasta el final, mirando fijamente hacia el horizonte exacto donde nos dirigimos sin permitir que ningún pensamiento negativo contrario al propósito nos desenfoque. Muchas veces el camino puede ser difícil y podemos encontrar diferentes obstáculos, pero recuerda que DIOS ha prometido estar con nosotros en todo momento y es quien pelea por nosotros cada batalla. Nuestra mente es un campo de batalla donde intentará poner pensamientos de derrota, de desánimo, o dudas, donde constantemente enviará mensajes desalentadores de no poder llegar, pero es importante recordar que nuestras fuerzas vienen de Dios y la victoria está muy próxima.
¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! 1 Corintios 15:57
Como hijos de Dios debemos tener en claro que la victoria es nuestra. Dios nos habla por medio de su palabra de ser valientes, solo nos pide que confiemos en Él y que tengamos fe en Él.
La mayor batalla se da en nuestros corazones y nuestras mentes. Allí es donde se gana o se pierde la victoria. A Dios no solo le preocupa nuestras acciones y las palabras, le interesa nuestro ser interior. Puesto que la victoria es un don de Dios, nunca debería llevar al orgullo del ser humano.
Las pruebas desarrollan el carácter, y eso nos permite fortalecernos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia. A través de todas las pruebas y tribulaciones de la vida, tenemos la victoria. “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57). Y con todo este proceso podemos obtener el resultado final que es llegar a la trasformación como hijos de Dios.