El término bíblico gracia describe el amor y el favor inmerecidos de Dios, que nos da la oportunidad de recibir la bendición de tener nuestros pecados perdonados y eventualmente, recibir la vida eterna. Su gracia está motivada por su carácter de amor perfecto y preocupación hacia nosotros.
«Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.» Efesios 2:8-9
«Porque por gracia sois salvos» La palabra «gracia» (en griego, charis) implica un favor inmerecido, una bendición que no podemos ganar ni comprar. Esta gracia es el fundamento de nuestra salvación, un regalo divino dado a quienes no lo merecen.
Nos recuerda que la salvación es un don de Dios, inalcanzable por nuestras propias fuerzas y no condicionado por nuestras obras. No podemos hacer nada para merecerla, pero podemos y debemos aceptarla con gratitud. La gracia de Dios es una luz que ilumina nuestras almas, y la fe es el medio por el cual abrazamos esa luz. Al reflexionar sobre esta verdad, dejamos que nuestra vida sea un testimonio de esa gracia que nos ha salvado y que nuestra fe sea viva, activa y fructífera.
Somos perdonados por gracia y estamos restaurados por gracia
La gracia de Dios se caracteriza por la paciencia y nos da gozo en momentos de dificultades.
Y me ha dicho: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, me glorío con alegría en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 2 Corintios 12:9