Del latín elogium, un elogio es la alabanza de los méritos y cualidades positivas de una persona, un objeto o un concepto. El elogio consiste en una afirmación que puede realizarse tanto en privado como en público.
El elogio tiene un efecto positivo sobre la salud mental del individuo que lo recibe, ya que influye de forma positiva en su personalidad y carácter. Algunos profesionales en psicología sostienen que dar y recibir elogios resulta sano y beneficioso, ya que contribuye a mejorar la autoestima.
Lo contrario al elogio es la crítica. Si en el primer día de trabajo una persona recibió un comentario negativo o una crítica destructiva, lo más probable es que se desmotive y sienta una fuerte presión que terminará perjudicando su rendimiento. La utilización de elogios y críticas revela la subjetividad de la persona que los pronuncia. Lo que puede resultar un halago para uno, puede pasar desapercibido o tener un efecto negativo para otro.
Por tanto, ¿cómo debe ser un elogio?
• Expresar algo positivo y verdadero, de manera que nuestras palabras suenen genuinas.
• Ser sinceros, de manera que nuestras palabras no suenen forzadas o de circunstancias.
En cualquier caso, es importante recordar que un elogio no solo puede hacer bien a quien lo recibe, sino que también dice mucho de quien lo hace. Una persona que recurre a los cumplidos genuinos es una persona observadora, empática y afectuosa.
¿Qué dice la Biblia sobre los elogios?
La Biblia dice: «Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos» (Proverbios 16.24).
Las palabras del ser humano tienen el poder de manifestar la realidad. Nuestras palabras no solo comunican información, sino también un impacto sobre las personas. Las palabras son tan importantes que tendremos que rendir cuentas de lo que hayamos dicho cuando nos presentemos ante el Señor Jesucristo.
Jesús dijo: «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:36-37).