«Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;«
Salmo 13:3
En esta oración, este hombre llamado David clamó desesperadamente por la ayuda del Dios. Estaba turbado, impaciente, ansioso y abandonado porque sentía que Dios no lo estaba escuchando. Sin embargo, decidió clamar insistentemente hasta que Dios lo escuche.
David no comenzó su oración diciendo: “Señor, te alabo… santificado sea tu nombre… gracias por el día”. El inició su clamor diciéndole a Dios la verdad, cómo se sentía y cuánto necesitaba su respuesta. A pesar de saber que Dios conoce todas las cosas, David acude a la presencia de Dios y le cuenta todas sus quejas, sus frustraciones, sus tristezas y preocupaciones.
Luego vemos que David le pide a Dios “alumbra mis ojos”. David sabía que por la situación que estaba atravesando no estaba viendo la realidad, no estaba pudiendo ver más allá de su mal pasar. Su visión estaba nublada, así que clamó a Dios para que le alumbre. El salmista David entendía que si no era alumbrado por Dios moriría espiritualmente.
Como David, necesitamos clamar a Dios desesperadamente en medio de las situaciones difíciles, aunque sintamos que no nos escucha o que tarde en responder. También necesitamos pedirle que alumbre nuestros ojos para poder ver que hay esperanza. Esta oración también puede ser tu oración. No importa en qué problema te encuentres. Necesitamos que la luz de Dios nos alumbre porque con los ojos alumbrados podemos ver la bondad de Dios y tendremos motivos para alegrarnos. Así sucedió con David, con los ojos alumbrados por la luz de Dios se llenó de fe y esperanza. El terminó este salmo diciendo:
«Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.«
Salmo 13:5-6